Se sentó en la butaca frente a mi en el Ave Madrid - Valladolid.
Tenía pinta de galán antiguo, de los que llevaban suspensorio y hacían el amor a la primera actriz con una mano en la hernia. Algo en él rezumaba anacronismo, como que vivía fuera del tiempo.
Moreno de cuarzo, con la quijada cuadrangular, como Arturo Mas, la cabellera de ala de paloma peinada con los dedos y las venas del bíceps palpitándole en la manga.
Tendría unos sesenta años de chapa y pintura en un diseño de machote. Me recordaba uno de esos sementales de piscina de mi años en Torrero , que desfilaba de la toalla a la ducha , un Duward aquastar en la nuñeca, con la musculatura aceitosa de Copertone , la cajetilla de Piper mentolado y el tubo de leche hidratante Palmolive, que aún podía enamorar a Gracita Morales en un puesto de Variantes en el mercadillo.
Iba ceñido de pantalón. Ajustado. Al sentarse observé que Dios le había dotado con un buen martillo ; su sexo parecía un trabuco , y en ese punto el tío se sabía irresistible.
Me recordó un excuñado que tuve que gustaba marcar paquete arremangándose el pantalón en la cintura hasta que los calcetines aparecían al sur, pero nada del otro mundo al lado de este "¡ guerapa!", que cantaba James Brown.
Tenía una cicatriz que le cruzaba el rostro , como a Paco Rabal. Una cara zurcida para las pasiones más canallas.
Viéndole me hice muchas preguntas sobre la biografía de este hombre . ¿En qué trabajaría, qué familia tendría, a qué dedica el tiempo libre?.
Alguien le llama por teléfono.
¡Dios mío!: ¡no puede ser!...una voz atiplada, más que femenina, femenibérrima y blanda, de monja de clausura, delicada y núbil, contesta:
- Sorpréndeme , princesa.
Me levanté y salí a la plataforma a partirme la caja.
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