Muchas veces me lamento por lo que no tengo.
Pero
ahora lo que más falta me hace no es lo que deseo, sino lo que ya
poseo: escuchar esta lluvia que es cosa fina, escribir, ordenar el
apartamento donde vivo, y amar esta hora.
Muchas
veces usamos de una manera absurda lo que tenemos, la gente que nos
acompaña, la vida que podemos disfrutar, y la peor de las privaciones
consiste en ese mal uso.
¿Quién necesita más el pan que alimenta, el que tiene hambre o el que lo vomita?
¿Quién
está más necesitado de amor:la chica que está esperando que aparezca
su príncipe azul, o el vicioso que corrompe todo lo que toca?
¿Quién
está más lejos del verdadero Dios: el ateo angustiado por el vacío de
un cielo sin respuesta, o el beato que estruja la fe con su corazón como
si fuera un amuleto que besa histérico y atormentado?
Me quejo de mi pobreza, y no considero el uso que hago de mi riqueza.
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