A la salida de Misa han puesto un tenderete donde venden libros de espiritualidad y de temática social a un precio baratísimo. Son folletos de impresión sencilla y maquetación algo burda.
Compro uno titulado "fui niño de la guerra".
Lo leí en el AVE de un tirón. Lloré en algunos párrafos. La vida es cruel y las lágrimas parecen una melodía de horror compuesta por el mismísimo diablo. Tanto odio no se entiende.
En Guatemala podías ver aún las consecuencias del genocidio perpetrado contra los indígenas por el presidente Efraín Ríos Montt, gente madura que les habían cortado los tendones, mutilados la lengua...
Mucha gente inocente fue asesinada, y muchos niños crecieron con el odio y la venganza sembrados en su interior. Allí, en Tamahú, había un hombre que seguía a todas partes como un perrito faldero al padre de la parroquia. Tenía el cerebro como una yogurtera , destrozado por las drogas y el alcohol que tomó en la guerrilla. Babeaba y sonreía como un lelo.
Acostumbraba a ponerse en la fila para recibir la Comunión y el sacerdote, con gracia, le decía " tú, no, ya lo sabes!"
Si el padre se detenía, él también se paraba. Si echaba a andar, él se iba detrás, y a veces se perdía entre la broza de la selva, pero al poco tiempo se acercaba de nuevo a su lado mirándole muy serio, con los ojos fijos.
Daba mucha pena. Ese cura era todo lo que tenía en la vida.
Leo la experiencia de aquel niño de la guerra, que vio violar a sus hermanas, desaparecer a la madre, perder un padre a machetazos , y caer en una espiral de horror , sexo, drogas...
Le salva el amor de una ONG que , poco a poco, le lleva a entender su condición y su dignidad. Apelando a lo mejor de su interior. Hay una foto de ese crío. Me pregunto si la ternura que expresa en su rostro aquel niño abandonado habrá ido a parar también a una zanja junto con otra multitud de cadáveres sin nombre.
Miro con atención por la ventanilla del tren , y en medio de ese paisaje castellano trato de imaginar la tragedia de esas vidas inocentes..
Todos los jóvenes del mundo adoptarán para siempre el rostro de aquel joven de Tamahú, o de este niño de la guerra..Sólo si este niño se mantiene inocente podría yo aspirar también a ser inocente: ésa es todavía la lección que me da la risa bobalicona que sigue faldero a un misionero en una selva perdida en Guatemala.
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