El populismo de Pablo Iglesias recuerda a Savonarola , un predicador fogoso y un político que cantaba las cuarenta con un verbo incendiario. Los dos se ganaron el fervor del público gracias al terror de su palabra. Eran los tiempos de Lorenzo el Magnífico y de Borgia , una edad de oro para la maldad y la inteligencia.
Pablo no es dominico austero , pero comenzó su andadura en el Congreso como el italiano , condenando ferozmente el pecado y la corrupción socialista de Felipe González y compañia, ; después fustigó las costumbres y los placeres; finalmente atacó con gran saña a los periodistas , que pretende embridar.
Los sermones de Savonarola atraían las llamas. Mientras en la plaza de Florencia ardían cuadros y manuscritos, las iglesias se llenaban de gente excitada por las catástrofes que el fraile anunciaba con el látigo de su lengua.
Así, Iglesias amenaza , fustiga, flagela con sus provocaciones, y enardece a las masas a través de la Sexta, su televisión amiga. Amiga , de momento. Hoy toca la escena del morreo en el Congreso.
Lorenzo el Magnífico no quiso castigar los ataques desmedidos del dominico por no manchar la propia imagen ; en cambio, el papa Borgia le mandó desde Roma un primer aviso para que se calmara, pero Savonarola se negó a reducir su cólera.
Estos tíos se sienten destinados a purificar la política y los vicios de la sociedad. Para esa labor no encontró mejor arma que el apocalipsis. Pablo amenaza , su mirada airada y su gesto abrupto descarga en la atmósfera con amenazas y malos presagio. Su fanatismo ha logrado dividir a la opinión pública: a unos les despierta la ira contra los políticos, a otros simplemente les hizo aflorar los tiempos pasados y tanto los airados como los plañideros necesitaban que hubiera cada día una nueva corrupción para poder excitarse escuchando las sobrecogedoras desgracias con que Pablo pretendía combatirla.
El papa Borgia era inteligente y taimado. Sabía que el pesimismo que Savonarola aumentaba con la furia de las palabras nacía sólo de la propia vanidad. Lo mismo que el de Iglesias.
El papa Borgia también estaba interesado en evitar las catástrofes para los fieles. Su gran talento encontró una fórmula sencilla. Puesto que Savonarola clamaba contra la corrupción con las desgracias y el fuego unitariamente, el Papa dijo, como los maños cuando se enfadan, "¡a tomal pol culo!" , y mandó que lo quemaran en una hoguera en medio de la plaza para acabar con este pesado.
Y no pasó nada.
A Pablo, otro pesado, me temo que lo quemarán los suyos...
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