Pedí unas hamburguesas de salmón poco hechas y me acordé de Ana . Ella me enseñó a cocinar ese plato. Lo preparaba de maravilla.
Desde entonces para mi no se nombra "salmón" se dice "Anaquégüeno".
Desde entonces para mi no se nombra "salmón" se dice "Anaquégüeno".
Esa mujer me abandonó porque el celofán no es
reciclable, y esa es la materia de mis sueños. Me dejó pero ese sabor del salmón es todavía una buena razón para estar unido a ella. Cada porción de ese pez me hace revivir muchas historias de amor que vivimos juntos las noches de verano en la terraza de su casa mientras bebíamos bajo las constelaciones un buen vino ella, una cerveza yo.
Allí le juré que le regalaría una casa de color siena entre cipreses y viñedos en Lisboa . Le escribí unas cartas que en la oscuridad no hacía falta encender la luz para leerlas , pues tenía luz propia su caligrafía enamorada . Le prometí viajes, rutas fotográficas, aventuras más allá de nuestros sueños.
Y a pesar de eso ella un día se esfumó sin dejar rastro. Hizo , ¡fú!, como los gatos, y adiós muy buenas.
De modo que me estoy gastando una morterada en salmón , puesto que ese manjar me recuerda las horas que disfruté con ella. Pocas o muchas, pero nuestras.
Cuando lo pruebo me invade su nostalgia. Comienzo a masticar con los ojos cerrados y enseguida aparece Ana delante de mi : la imagino sentada y sonriendo.
Durante algún tiempo pude controlar el sabor del salmón . Este adoptaba todas las formas de nuestra pasión. En el interior de ese plato se hallaban también las palabras que pronunciamos y hasta podría recordar cada matiz de su voz , el guiño de su mirada en esa cocina.
Sé, porque me ha pasado otras veces , que un día la olvidaré. Tomaré un salmón a la plancha y nada. Ni un recuerdo.
Una tarde nos cruzaremos y ella no me reconocerá Pero seré un hombre feliz. El salmón me llevara a viajar solo hasta aquella casa en Lisboa donde nadie me esperará nunca.
Uno poco a poco va conociéndose y sabe lo fácil que es resultar herido, sobre todo si uno se emplea a fondo. Soy un desastre: me gusta comer de verdad, beber de verdad, besar de verdad, hablar de verdad, enamorarme de verdad y cuando pones tanto en todas esas cosas lo más normal es que salgas lleno de cicatrices.
En fin, que uno es así y no hay que darle más vueltas.
El que lo probó lo sabe.
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