Regresaba de Barcelona y en los ferrocarriles me encontré a este mujer . "¡ Santa Teresa!" versión Bernini.
Una mujer cansada , agotada. El abandono corporal la hace bella. Inocente. También buena.
Dormidos somos buenos.
Al regresar paseo por la gran vía comercial que nace en la estación y termina en el Monasterio.
Se me cruza con cara de angustia un atleta en medio de la carrera . Recuerda mucho a la que esculpen en algunos Cristos en la Pasión de Castilla y León
Antes de entrar en el Monasterio visitó un museo de la Fundación Cabanás. Curioso. Hay una sala dedicada a Marilyn Monroe. Tengo la misma medida de sus manos. Señal de que debía de ser una tía muy guapa, y muy lista.
Desde el tejado se ve una vista del monasterio que pide un cigarro que no fumaré.
Veo pasar desde las tejas al jadeante y sudoroso Cristo atleta .Lleva el equipo de corredor de fondo: zapatillas amarillas , pantalón corto, excesivamente escueto según mi gusto, camiseta sin mangas y una cinta roja en la frente. Si en la Estación iba sudoroso ahora se ven las gotas desprenderse y empapar las baldosas. Parece un tren chú chú en sus jadeos.
Bajo a la plaza y entro en el Monasterio . La capilla del Santísimo tiene un silencio que reza el parpadeo de una vela. Rezo. O, mejor, miro. No sé rezar.
Al rato, escucho unos rebufos acompasados , unos silbidos extenuantes. Se acercan unos pasos . Es el corredor piadoso dando zancadas a lo largo del pasillo del maravilloso templo. Hace una paradiña delante del Sagrario , tres bufidos - en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo- y sale pitando rumbo al Infinito y más allá...
Este hombre corría su particular maratón al cielo y, como Filípides, cascará exánime , con el rostro compungido , delante de Dios.
El sudor son las lágrimas del atleta y la agonía de los ojos, su oración.
Estás como una puta cabra, pero que Dios te bendiga, Filípides.
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