En el cementerio de Collioure, donde está enterrado Antonio Machado esta grabado en la lápida, el último verso que escribió el poeta: Estos días azules y este sol de la infancia. Machado lo garabateó poco antes de morir, una tarde de febrero de 1939, en la humilde pensión de la familia Quintana que había acogido a este náufrago de la Guerra Civil, junto con su madre y su hermano José.
El verso fue hallado en el bolsillo de su raída chaqueta.
Antonio Machado es un poeta que suena dentro de cada alma con sonidos limpios, sencillos, profundos. De su melancolía deriva su grandeza. Uno se topa con una tierra parda, con olivares, álamos y páramos sombríos, con negros encinares y la lluvia tras los cristales en una tarde desolada, con un viejo hospicio provinciano y también con una primavera que pasaba sobre los cerros cenicientos dejando sobre las hierbas olorosas diminutas margaritas blancas.
Llevo asociada la experiencia melancólica del paisaje . El paisaje amasado con el alma fue la gran creación que nos legó este poeta.
Machado arrastra su soledad como un hombre de vuelta de todo , lleno de sabiduría popular, filósofo caminante, escéptico y ardiente conocedor de la gran sombra que Caín había cernido sobre la historia de España.
A través de sus soledades y galerías hay que regresar a él como quien aspira el aire puro de la montaña.
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