No me gusta el cielo que me han contado porque allí no está mi caja de gusanos de seda que criaba de niño, ni la trabuca del tranvía que me llevaba al colegio El Salvador en Zaragoza.
Tengo derecho a construir la propia eternidad con las sensaciones placenteras que la experiencia nos haya regalado a lo largo de la vida. Y eso es muy evangélico.
Si creara el cielo a mi antojo, allí tendría que haber un bar que se llamase "Otelo" y yo pudiera fumar Ducados sin que me perjudicara, puesto que sería ya inmortal. Y en esa barra estuviera Manuela mirándome , como aquella tarde de junio...
No muy lejos estaría Jaume Rucabado sentado en la mesa del puerto de Barcelona , hablando de nosotros dos. O cantando canciones con un racimo de chavales , melodías sentimentaloides, en la sala de estar de Herzegovino.
En mi cielo escribiría el guión del Festín de Babette . Sería imprescindible que más allá de las nubes hubiera un Morris 1.100 con mis padres y cinco hermanos cantando canciones encadenadas hasta llegara casa. En ni cielo habría una taberna donde sirvan Jacks Daniels con manguera . En ella algunos sabios con muñones de mordidas de la vida me contarían historias divertidas escribiendo la biografía de su vida.
Si pudiera, también me llevaría al cielo la melodía cantada de "La Paloma" por mi padre , rompiendo a llorar.
El sonido de las cigarras a la hora de esas siestas de amor en verano que te dejan al despertar un hilillo de baba en la mejilla feliz. Tampoco sería nada la eternidad sin esa inscripción enamorada que dejé en el la pared de casa : "Matilde".
En el beso del Pilar , mientras musitaba una oración desesperada, repasaría un dolor. enamorado.
Mi cielo eres tú...
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