La primera forma instintiva de vivir que desarrollé fueron las mentiras.
Algo dentro de mi no funcionaba y me gustaban cosas que no estaban bien, y uno intuía que a mis padres tampoco les parecía bien. Así, comencé a fumar a los ocho años.
Fumar a los ocho años tiene un problema. Hay que financiar el vicio. Y aunque en aquellos años de libertades en la dictadura vendían tabaco suelto ( tres celtas sin filtro , una peseta), debías pagarlo.
Y si no podías, como era mi caso, lo robabas. Y si robabas, mentías con las vueltas de algún cambio, o lo sisabas del bolsillo del pantalón de tu padre cuando echaba la siesta.
Había más cosas que me gustaban y no estaban bien, como las tetas que se le asomaban al ir a coger pepinillos por el generosísimo escote a la tendera del mercadillo.
De bien crío callejeaba.
Todo era muy desordenado en mi. No paraba en casa . Sabía que detrás de la puerta de casa estaba el mundo . Me daba una vuelta por el barrio, iba hasta las graveras , al “esbalizaculos”, y allí a las barracas de los gitanos. Uno de ellos, un hombre ya mayor y con sombrero, nos ponía en fila, bajaba la cremallera del primero , le sacaba la colita , le daba una sacudida, la introducía de nuevo, y el siguiente.
Al llegar a casa no podía decir la verdad, así que comencé a mentir como quien construye una fortificación , para protegerme de preguntas y miradas de sospecha.
De todas formas, siempre he sido muy malo simulando y me han pillado desde bien pequeño hasta hoy.
Hace nada me cazaron en una, por tonto, y fui mandado a la mierda. Otra vez. Es la ventaja de que no sobrevivas a ninguna de tus mentiras: que te acostumbras.
Consecuencia de tanta trola fue que me convertí en un artista imaginativo que improvisaba bolas increíbles que no existían ni me beneficiaban en nada .
Mi madre me decía "¿pero por qué mientes, si sabes que te he pillado?".
Es curioso, esa frase creo que es la que más me han repetido en mi vida.
No sólo era capaz de negar la evidencia , que era lo más frecuente, ser cazado con las manos en la masa, sino que la creaba sin necesidad de ella.
El colmo fue que, de bien pequeño, fabricaba un laberinto de donde no podía salir, y en su interior trazaba oscuras ramificaciones, improvisadas excusas sobre la marcha, mientras mi madre me miraba perpleja cuando yo no encontraba la salida. Entonces levantaba el pie, se sacaba la zapatilla , la bamboleaba al aire, y eso significaba que iba a ver fiesta del Pandeiro.
Supongo que me estará leyendo alguna madre y reconociendo a su hijo en mi. No se preocupe señora. Usted no se rinda. Al final somos buena gente.
Al respecto, aprendí de tus anécdotas una buena táctica y que funcionaba, "cuando te pillen, no lo niegues, simplemente no hables y pon cara de cordero degollado". Mano de santo oiga!!!
ResponderEliminarUn abrazo Mendiu!!