martes, 30 de mayo de 2017

EL MAL

El mayor interrogante al que se enfrentan los seres humanos es la existencia del mal.

El mal es  como una niebla que nos rodea, nos acecha, duerme con nosotros. Es una araña que teje  su tela alrededor nuestro. A  diario vemos morir a  inocentes, asesinados por unos paranoicos que dicen actuar en nombre de Dios. Pero no muy lejos, en Grecia, en Croacia, en Hungría, cientos de miles de refugiados sirios, afganos o iraquíes huyen de  horror esperando  una nueva patria que les acoja.

Todos los días mueren decenas de personas en atentados en Oriente Medio o África . No sabemos nada de ellos, ni siquiera  sabríamos  ubicar en el mapa  donde se ubican.

El mal existe y no es un concepto abstracto. Incluso hay quien cree en que  tiene  una personificación en Lucifer. Ratzinger  se refiere a él  en una entrevista:"  Dios y el Mundo".

Lo vemos en nuestras empresas, en un hospital, en un profesor , un sacerdote,  en la casa de un vecino. Está en todos los sitios y en ninguno. A veces, miramos para otro lado para no verlo, pero acaba por mostrarse cuando menos lo esperamos.

El mal no se puede erradicar con las armas ni los ejércitos, aunque a veces sea necesario combatirlo. El mal es algo esencialmente individual, es un proceso de corrupción del espíritu, una enfermedad del alma cuando se pierden los valores.

El mal se  combate con valores. Y los valores se  aprenden con el ejemplo. 

A mi, como a  muchos de nosotros, nos han enseñado a ser héroes  cuando toque serlo. Mis padres , gente modesta que vivieron con lo puesto sin necesidad de más, nos enseñaron a dar la vida por no mentir, por no robar, por defender nuestra dignidad. Estábamos hechos para que , a la  hora de la verdad, surgiera una persona honrada.

Quienes encierran a un prisionero en una jaula y luego rocían el suelo con gasolina y le prenden fuego son unos malvados. Ningún credo o ideología puede justificar esa abyección que se exhibe en las redes como demostración de poder.

Es  fácil buscar causas estructurales al crimen y recurrir al fanatismo para explicar el terrorismo o el genocidio. Pero me resisto a creer que los islamistas que entran en una aldea y matan a una mujer a pedradas  por adúltera, o que cuelgan homosexuales de grúas, o decapitan a un rehén , lo hacen por su fanatismo  . 

Si aceptamos esa  explicación   llegamos  a la conclusión de que el ser humano no es libre, que obra cegado por sus prejuicios o el odio que le han inculcado. Y eso no es verdad.

Georges Bataille afirmaba que el mal es siempre un acto de narcisismo, una voluntad de desmesura del ego frente al mundo. El malvado viola las normas para demostrar que está por encima de ellas. Se reafirma al despreciar el orden y profanar lo sagrado.

En todo hombre hay siempre una elección, la posibilidad de ser lo que se quiere ser y no lo que le imponen los demás. El mal se elige. Sí, el mal se elige porque está vinculado al poder, a la riqueza, a la ambición, al status social e incluso al deseo de complacer a los demás. También se puede escoger como un oficio, como le sucedió a Adolf Eichmann, el burócrata que envió a millones de judíos a las cámaras de gas.

Cuando en Serunión me engañaron haciéndome firmar de buena fe mi baja voluntaria, ellos eligieron mentir. ¿Por qué?: lo llevan en la sangre.

Por muy relativos que sean los conceptos morales, hay siempre en nuestro interior una posibilidad de optar entre el bien y el mal. Y eso lo sabía el islamista cargado de explosivos de Manchester, o el director comercial que me dijo que yo era imprescindible , me dio una palmadita en la espalda , y me hizo firmar.  

Eligieron el mal por cobardía  moral.


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