Cuando descubres que tienes que volver a empezar es normal sentirse muy pequeño y, la verdad, bastante cansado para emprender esa ascensión.
Es como cuando dejas el coche en el aparcamiento del Valle de Ordesa, antes de subir al Pico de Taillón. Desde allí puedes contemplar gran parte de la ascensión por Carriata, en la Faja de las flores. La vista es desoladora. Sólo pensar que hay que subir hasta allá arriba, desanima a cualquiera.
Así te sientes.
Así te sientes.
Y comenzas a subir, pasito a pasito...
"Tu Padre ve en lo escondido". La mayoría de nuestras experiencias abarcan sólo lo ancho y largo de este mundo. Son bidimensionales. Dicho de otro modo, son superficiales.
Hay una tercera dimensión que no se alcanza con la tecnología del "homo faber".
Las vasijas se hacen de barro, pero su uso se deben a que están vacías.
Una casa tiene puertas y ventanas , pero es su vaciedad lo que la hace habitable. Es el vacío lo que le da eficacia.
A Dios no lo ves, ni lo puedes tocar, ni oler, ni sentir...es invisible. Es la luz del mundo, es invisible, pero verás objetos iluminados. Tú puedes ser un objeto que refleja la luz , pero debes estar vacío, libre, transparente.
Está en el silencio. Él te hablará, Él te responderá. Él te buscará.
Ignorar esto es estar ciego, y esa ceguera trae consecuencias nefastas: ¡guías ciegos que guiáis otros ciegos!
Todo está en dejarse querer. Nada más. Sentirse querido.
Dedica todos los días un tiempo, quince o veinte minutos bastan, a escucharte en silencio. Atiende a tus sensaciones, a tu estado de ánimo. Muy probablemente no consigas nada, y escuches muchos ruidos en tu interior. No te canses, todo llegará. Un día escucharás la voz que te aconsejará lo que debes hacer: diga lo que diga, escribe esa voz.
Un último consejo. No dejes de desear querer ser mejor persona: el deseo de luz termina produciendo luz.
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