El domingo bajó la temperatura de una manera imprevista. Al menos parea mi, que no consulto nunca el tiempo. Regresé a casa destemplado. Tiritaba. Por hacerme el chulo. El día fue de aquellos que parecen más largos que la eternidad.
Me metí pronto en cama. Estaba glacial. Es una sensación que me gusta.
Lunes y martes muy parecidos. Frío. Desapacible. La gente va encogida. Fotografío la estación repleta de gente , muchos estudiantes. Muchísimos. Como ovejas llevadas al matadero. Ferrocarriles a estas horas es un guirigay de alegría. Es más triste la madrugada, cuando ves miles y miles de coches yendo a trabajar al Área Metropolitana. Son los que pagan la educación de esos críos.
A veces parecemos esclavos.
Martes traslúcido, frío, algo ventoso.
Paso a rezar por la iglesia Nuestra Señora dre la Auxiliadora y encuentro un perro en la puerta:" mi autobiografía". Probablemente ese can rece mejor que yo. Entro, miro el sagrario, no digo nada, y salgo.
Sarriá tiene un encanto de cosa pequeña, transparente, clara. A los de Sarriá les gusta Sarriá , y se nota.
Foto a un grafiti. Foto a mi sombra. Es densa, muy negra, parece que vaya a darse la vuelta sobre sí misma y decirme cuatro frescas. Un personaje de Sergio Leone.
Atardecer verdoso, traslúcido en la hojas de este otoño que va desnudándose poco a poco. Otro grafiti.
Enciendo la estufa en casa. Me gusta esta soledad. A las diez a la camita. Hasta mañana si Dios quiere.
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