domingo, 20 de noviembre de 2016

SÁBADO, 20/ 11/2016

Ayer fui a Zaragoza  con mi hermano. Estuvimos con mi madre.

Es una mujer soleada, muy alegre, socarrona. También fuerte. De las que en las caravanas del Oeste van disparando a los indios.

El otoño  se está  despidiendo  con una paleta en el paisaje ma ra  vi  llo  sa. Así, separadas las sílabas.

Leo " nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante". 

Pues bien, eso es exactamente lo que transmiten algunas obras que llamamos "de arte" . Hay canciones, poesías, esculturas, películas, que parecen hechas para moribundos. Incluso parecen inspiradas por moribundos: como si fuesen  la última bocanada de un naúfrago.

Desde  ese  punto de  vista, a riesgo  de que se  mal interprete, la  llegada al mundo de un hij@  deficiente es  un verso susurrado  al oído de sus padres. No  es fácil  de entender , pero  sé  lo  que escribo. Un hermosísimo verso.

De alguna manera, todos somos seres que agonizan.  

Me contó una camarera búlgara que allí hay una  vieja tradición a la hora de comer:   poner en la mesa un plato de más para un visitante imprevisto.

Siempre deberíamos ir por la vida con un sitio de más en nuestro corazón para visitantes imprevistos, de esa manera , lo imprevisible no existe, porque está preparada tu mesa para cualquiera que pase por tu vida. 

Nunca irás justo de comida, o siempre estarás dispuesto a compartir lo poco que tengas. 

De alguna manera , todos somos seres que agonizan.

Al llegar a Sant Cugat  me apetece  tomar una copa. Voy a al Boca. Me encuentro desubicado. No hay nadie. Poco a  poco van entrando grupos de  amigos que vienen de cenar. Las chicas siguen yendon a los lavabos  de  dos en dos. Me gustaría saber bailar.

Regreso andando a las dos de la madrugada. Hace una noche  muy agradable. La avenida está alfombrada de hojas caídas.





















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