Frankenstein es uno de los mitos vertebrales de la modernidad.La historia de un monstruo colosal que se rebela contra el científico que lo forjó. Necesitaríamos acudir a la novela Frankenstein, concebida hace dos siglos atrás en el verano de 1816 por una joven llamada Mary Shelley,y veríamos que la hemos simplificado mucho.
A muchos les sorprenderá que Frankenstein es el nombre, no del monstruo, sino del genio arrogante que lo diseñó, forzándonos a plantearnos la misma pregunta que se hizo su autora: ¿quién es el verdadero monstruo, el engendro deforme que, contra su voluntad, cobra vida, o su creador excesivamente ambicioso?
Me planteo esa misma pregunta viendo el resultado de ciertas educaciones que han producido monstruos. Un Islam radical al que siguen legiones de ciudadanos rezan a un dios que se nutre del miedo y se solaza con la tortura y el horror. Sin esas multitudes perturbadas que proyectan sobre la sociedad sus incertidumbres, pesadillas y deseos, Alá no existiría.
Todo comenzó por Mahoma. El primer milagro que se narra sobre él en la compilación de los hadices es que el arcángel Gabriel descendió y abrió su pecho para sacar su corazón. Extrajo un coágulo negro de éste y dijo «Esta era la parte por donde Satán podría seducirte». Después lo lavó con agua del pozo de Zamzam en un recipiente de oro y devolvió el corazón a su sitio.
Lo que está claro es que Mahoma no leyó los evangelios.
¿No son los verdaderos monstruos los hombres y mujeres encantados por su carisma y beligerancia?
Es precisamente esta deshumanización del otro que la novela de Mary Shelley critica. Aunque la mayoría de las versiones fílmicas enmudecen al monstruo, en el libro él posee un alma frágil . Y lo que debemos sentir ante los hijos de Mahoma es más bien pena y compasión. ¿Acaso la inmensa mayoría de los musulmanes no viven en una desolación existencial?
Hay más educaciones y religiones que producen monstruos. Yo, a veces, pienso que soy ese monstruo.
Algunos han salido de ese mundo de miedos y oscuridad.
Las últimas palabras de Mary Shelley en su novela, cuando se despide del Monstruo y de lo que hay de monstruoso en todos nosotros son proféticas: “Pronto fue llevado lejos por las olas, y se perdió en la oscuridad y la distancia.”
Allí voy.
Las últimas palabras de Mary Shelley en su novela, cuando se despide del Monstruo y de lo que hay de monstruoso en todos nosotros son proféticas: “Pronto fue llevado lejos por las olas, y se perdió en la oscuridad y la distancia.”
Allí voy.
Son los horrores de una guerra los que dejan al descubierto que las muchedumbres (de las que se compadecía Jesucristo) son las sufren abandonadas a su suerte, sin importar su religión, pagando el precio de los pecados de sus líderes y de los fanáticos tanto ateos como religiosos que son la escoria de toda raza o nación...
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