Hay un sentido de la cotidianidad, que disfruta el que lo sabe ver.Se trata de hacer visible y palpable la mirada que se cruza, un manojo de sonrisas festivas, el amarillo azafrán de las hojas del otoño en una plaza, o el magenta de una planta que se asoma en una maceta.
Al final, la vida diaria tiene un prodigioso poder de nostalgia. Se hace extraordinariamente intenso el
sentimiento de derelicción , como de abandono y soledad que empapa la vida del hombre.
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