"Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte,
que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar de los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor:
es la historia más bella que conozco".
Me llegó este poema como llegan las cosas buenas de la vida, sin esperarlas.
Lo leí por primera vez en el coche casi sin caer en la cuenta del significado de sus versos.
Volví a releerlo, y me pareció una buena letra para una hermosa canción.
La tercera lectura fue como una oración.
Algo me inquietó, y no sabría decir si era de la propia estructura de la poesía, del anhelo frustrado que deja caer la autora sobre su propia biografía sentimental...o de mi que, en espejo, me veía también muy lejos de esa “historia más bella que conozco”...que ya nunca podré tener, nunca podré disfrutar, y que no puede ser contada a nadie....porque no he sabido ser fiel a nadie, ni siquiera a mi.
Y me eché a llorar en el coche por el niño que no seré.
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