Tres niños pelirrojos en el tren . Un brochazo de luz maravillosa en esos ojos . La mayor habla sin parar. Los pequeños, son gemelos, la miran arrobados.
Los niños nos hacen mejores. No soporto esas personas que no toleran la algarabía de los críos. El bien llega en los escasos momentos en los que, absteniéndome de hacer cualquier cosa, le abro un espacio. El bien es lo que yo dejo que llegue.Por esa razón estos críos sentados delante de mi en el tren me hacen querer ser mejor persona.
Una instantánea de una berenjena. Parece encerada , y de una luminosidad de amanecida. Hago una fotografía a un semáforo en verde que parece dar paso a una nube preñada de grises acerados. A continuación, veo unas hojas verdes nacidas de una corteza en un árbol urbano. Me conmueve. Recuerdo a Manuela, y no sé por qué esa asociación. Quizás me brotó su amor cuando estaba más despeluchado en la vida...¡yo qué sé!
Como con un buen amigo , lector del Barullo. Reímos de buena gana. A la salida el otoño baja de los árboles y se desliza sobre los hombros.
Ya sé qué es lo que tanto me atrajo de esas hojas que florecían en aquel árbol: lo que la lluvia, el otoño y el sol hacen a esta vieja corteza , agrietándola y dejando pasar una hierbecilla, a través de las grietas, es lo que Dios hace conmigo.
Hoy la belleza del mundo me ha mirado fijamente a los ojos.
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