Cada día hay más gente hastiada, desesperada que abomina del ruido de la prensa, de los medios , de la calle y se pasa al territorio de la naturaleza donde las escarolas , las judías , los nabos , los tomates , crecen en el más absoluto silencio.
Viví con una persona que hizo una pequeña huerta en una terraza de un noveno piso . Envidiaba esos brochazos de colores que daban vida nueva a un paisaje tan urbano como aquel.
Los maestros de la Institución Libre de Enseñanza propugnaban como método de rehabilitación la clasificación de plantas, el estudio de las semillas,
el contacto con los elementos puros de la botánica. Esa mujer no sabía de regeneracionismos, pero tenía en su terraza un herbolario que era un claustro de paz.
Por la terraza de un noveno anduve de vuelta a los zaguanes azules de un tiempo donde estuve enamorado a buscar esa paz perdida. El tiempo allí no es un exilio. Todas las edades son buenas para regresar donde alguien te amó.
Caen suavemente las hojas de calendario, la
huerta va madurando . La luna es un semáforo de
carne de membrillo, y con un pincelito te pinta el ojo.
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