En el colegio comprobé que , por lo general, había un tipo de chicos acomodaticios, de caletre lanar y ovejuno, capaces de retener lo que se les enseñaba, y sin sagacidad para percibir, ni iniciativa para gozar por sí mismos.No los critico. Bastantes de ellos eran educados en esa vida, y se sentían muy a gusto en ese ambiente.
Después estábamos los malos estudiantes. Por lo general éramos tipos sanos y alegres, que gustábamos de lo prohibido, temerarios con frecuencia, animosos y decididos. Con muy poca vergüenza. Sentíamos la circulación de la sangre y el latir del corazón, dispuestos tan pronto a reír como a llorar, y que preferíamos correr detrás de una pelota o una mariposa, sentir el viento en la cara, mirar los campos o el cielo, trepar por un sendero escarpado, esperar horas a que pasase la chica de nuestros sueños , o precipitarse impetuosamente en todos los menudos conflictos e intereses de sus amigos y compañeros.
Todo eso antes antes que dormitar sobre un tabarroso libro de texto, repetir fórmulas estúpidas a la zaga del maestro, sentarse horas y horas ante el pupitre, como atornillado a él, para recibir a fin de curso una medalla absurda , un sello de eminencia, o de distinción, en premio a tanto tiempo perdido.
Todo esto viene a cuento de una historia que explica la entrada de hoy.
De bien pequeño me enseñaron a amar a María. La quiero mucho. ¡Cómo no la voy a querer!.
Mi padre , cuando rezaba el rosario, paraba en la letanías cuando recitaba "refugio de los pecadores". Echaba el freno y se me quedaba mirando con una cara de penica...Algo se olía de mi condición golfa. Golfa y atormentada. Soy así.
En los jesuitas insistían mucho en la devoción a la Virgen. Me caló muy hondo y conecté muy fuertemente con ella como madre. A mi Jesús me daba miedo. Me da. Ese Jesús que maldice a la higuera porque no da higos , "y no era tiempo de higos". "¡Joder!", pensaba, ¡qué carácter!". Porque uno siempre se ha identificado con esa higuera.
Y me sentía atraído por su Madre, que todo lo perdona.
Siempre ha venido conmigo. Incluso en mis mayores torpezas. Siempre.
Leí una vez que una tormenta ártica, moviéndose al sur, puede de repente colisionar con una tormenta tropical camino al norte. Y cuando estas colisiones del clima tienen lugar, hace que la tormenta explote . La suma total de su energía destructiva es devastadora. Así me sucedía. Uno, que ya viene "tormentoso" de cuna, colisionaba con otra fuerza de la misma intensidad. Y el barco se iba a las piedras.
Eso me ha sucedido muchas veces en la vida , pero una fue destructiva, aniquiladora, catastrófica: la muerte de Manuela.
Uno puede simular fortaleza, aparentar tener una fe que no tiene, pero aquello me dejó desorientado, perdido. Me fui a Guatemala como podía haberme ido , ¡yo qué sé!.
Fue una tormenta perfecta. Pero también María se vino conmigo. Todas las noches, aún lo hago, rezaba "santa María Madre de Dios, y madre de Manuela...". Con ella crucé límites, fui de aquí para allá, atravesé nuevas fronteras... fronteras del corazón, del alma. Tuve suerte, regresé a casa habiendo aprendido algo más sobre mi.
Regresas- siempre estamos regresando, de vuelta a casa- y sentía que me faltaba algo.
Un día vi una puerta gatera. Me gustan mucho esas viejas puertas de pueblo que tienen un agujero en la parte de abajo. Se hacía para que entraran y salieran los gatos.Era "la gatera".
Me acordé de María. "Puerta de la Esperanza", "Puerta del Cielo". Muchas veces había escuchado referirse a la Virgen como la puerta de entrada al cielo.Yo, la verdad, no me veo llamando a esa puerta. Según los cánones de la salvación si ahora me muriese no me abrirían esa puerta. Con toda seguridad. Soy el alumno que no estaba cuando pasaban lista.
Y me acordé de la puerta gatera. "Nuestra Señora de la Puerta Gatera". La puerta para gat@s como yo que , dejando algún pelillo en el agujero, tienen un pase.
Se lo comenté a una amiga artista y me sugirió hacer un cuadro con la idea.
- Me gustaría - le dije- fuese una puerta de color azul, vieja. Y en la fachada una imagen de la Virgen que tuviese un aire a Manuela.
Pues bien, aquí la tenéis. Una nueva advocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario