sábado, 3 de diciembre de 2016

NUESTRA SEÑORA DE LA GATERA.

En  el colegio  comprobé  que , por lo general, había un tipo de chicos acomodaticios, de caletre lanar y ovejuno, capaces de  retener  lo  que se les enseñaba, y sin sagacidad para percibir,  ni iniciativa para gozar por sí mismos.No  los  critico. Bastantes de ellos  eran educados  en esa  vida, y se sentían muy a  gusto  en ese  ambiente.

Después  estábamos  los    malos estudiantes. Por lo general éramos  tipos sanos y alegres, que gustábamos de  lo prohibido, temerarios con frecuencia, animosos y decididos. Con  muy  poca vergüenza. Sentíamos  la circulación de la sangre y el latir del corazón, dispuestos tan pronto a reír como a llorar, y que preferíamos correr detrás de una pelota o una mariposa, sentir el viento en la cara, mirar los campos o el cielo, trepar por un sendero escarpado, esperar horas a  que  pasase la chica de nuestros  sueños , o precipitarse impetuosamente en todos los menudos conflictos e intereses de sus amigos y compañeros.

Todo eso antes antes que dormitar sobre un tabarroso libro de texto, repetir fórmulas estúpidas  a la zaga del maestro, sentarse horas y horas ante el pupitre, como atornillado a él, para recibir a fin de curso una medalla absurda , un sello de eminencia, o de  distinción, en premio a tanto tiempo perdido.

Todo esto  viene a  cuento de  una  historia  que  explica la entrada  de hoy.

De bien pequeño  me enseñaron a amar a María. La quiero mucho. ¡Cómo  no  la voy a querer!.

Mi padre , cuando rezaba el rosario, paraba en la letanías cuando  recitaba "refugio de los pecadores". Echaba el  freno   y se me quedaba mirando  con una cara de penica...Algo se olía de  mi condición  golfa. Golfa y atormentada. Soy así.

En los jesuitas  insistían  mucho en la devoción a la Virgen. Me caló muy hondo y conecté  muy fuertemente con ella  como madre. A mi Jesús  me daba miedo. Me da. Ese Jesús que maldice a la higuera  porque no da higos , "y no era tiempo de higos". "¡Joder!", pensaba, ¡qué  carácter!". Porque  uno siempre  se ha identificado  con  esa higuera.

Y me sentía atraído por  su Madre, que todo lo perdona.

Siempre ha venido conmigo. Incluso en mis mayores  torpezas. Siempre.

Leí una vez que una tormenta ártica, moviéndose al sur, puede de repente colisionar con una tormenta tropical camino al norte. Y cuando estas colisiones del clima tienen lugar, hace que la tormenta explote . La suma total de su energía destructiva es devastadora. Así me sucedía. Uno, que ya viene  "tormentoso" de cuna, colisionaba con otra  fuerza de la misma  intensidad. Y el barco se iba a las piedras.

Eso me ha sucedido  muchas veces en la vida , pero una fue  destructiva, aniquiladora, catastrófica: la muerte de Manuela.

Uno puede  simular fortaleza, aparentar tener una fe que no tiene, pero aquello me dejó desorientado, perdido. Me fui a Guatemala  como podía haberme  ido , ¡yo qué sé!.

Fue una tormenta perfecta. Pero también María se vino conmigo. Todas las noches, aún lo hago, rezaba "santa María Madre de Dios, y madre de Manuela...". Con ella crucé  límites, fui de aquí para allá,  atravesé nuevas fronteras... fronteras del corazón, del alma. Tuve suerte, regresé  a casa habiendo aprendido algo más sobre mi.

Regresas- siempre estamos  regresando, de vuelta a casa- y sentía que me faltaba algo.

Un día  vi una puerta gatera. Me gustan mucho esas viejas puertas de pueblo que  tienen un agujero en la parte de abajo. Se hacía  para que entraran y salieran los gatos.Era "la gatera".

Me acordé de María. "Puerta de la Esperanza", "Puerta del Cielo". Muchas veces  había escuchado  referirse a la Virgen como  la puerta  de entrada al cielo.Yo, la verdad, no me veo llamando a esa puerta. Según los cánones  de  la salvación si  ahora  me muriese  no me abrirían esa puerta.   Con toda seguridad. Soy el  alumno que  no estaba  cuando pasaban  lista.

Y me acordé de la puerta gatera. "Nuestra Señora de la Puerta Gatera". La puerta  para gat@s  como yo que , dejando algún pelillo en el agujero, tienen un pase.

Se lo comenté  a una amiga artista y me sugirió  hacer un cuadro con la idea.

- Me gustaría -  le  dije-  fuese una puerta de color azul, vieja. Y en la fachada  una imagen de la Virgen que tuviese un aire a Manuela.

Pues bien, aquí la tenéis. Una nueva advocación.

Su fiesta es el 17 de septiembre. Se busca cura que la bendiga.

Si queréis que la artista  os  trabaje un encargo, os puedo poner  en contacto.


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