¿Dónde estás Madre, aunque no existas? Quiero rezar y llorar, arrepentirme de crímenes que no he cometido, disfrutar de ser perdonado por una caricia maternal. Un regazo para llorar, pero un regazo enorme, sin forma, espacioso como una noche de verano, y sin embargo cercano, caliente, femenino, al lado de cualquier fuego.
Poder llorar allí cosas impensables, faltas que no sé cuáles son, ternuras de cosas inexistentes, y grandes dudas trenzadas de no sé qué futuro. Una infancia nueva en un alma vieja otra vez, y una cama pequeña donde acabe por dormirme, entre cuentos que arrullan, mal oídos, con una atención que se pone tibia ennla penumbra de la duermevela.
Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo y para siempre.
Si Dios sólo sabe contar hasta uno , esta es mi noche. Hoy me acostaré a las diez, como siempre, y mañana madrugaré a andar el amanecer.
Un regazo o una cuna o un brazo caliente alrededor de mi cuello. Una voz que canta bajo y parece querer hacerme llorar…El ruido de la lumbre en el hogar… Un calor en el invierno… Un extravío suave de mi conciencia… Y después, sin ruido, un sueño tranquilo en un espacio enorme, como la luna rodando entre estrella.
Cuando coloco en un rincón, con un cuidado lleno de cariño –con ganas de darles besos- las personas de i vida pasada y presente, como juguetes, las palabras, las imágenes, las frases –¡me quedo tan pequeño y tan inofensivo, tan solo en un cuarto tan grande y tan triste, tan profundamente triste…!
Después de todo, ¿quién soy yo cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en una fría habitación que comer el pan regalado de la Fantasía.
Me llaman diciendo que todo es mentira, que tú eres una mentira. A veces, de noche, cuando me siento solo, te llamo y lloro, y me hago una idea de ti al que puedo amar… Pero después pienso que no te conozco, que quizás no sea así, quizás no seas nunca ese padre de mi alma…¿Cuándo se terminará todo esto, estas calles por las que arrastro mi miseria, y estos escalones donde encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos?
Si un día viniese Dios a buscarme y me llevase a su casa y me diese calor y afecto… Pero el viento se arrastra por la calle y las hojas caen en la acera… Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen ningún sentido… Y de todo esto apenas quedo yo, un pobre niño abandonado…Tengo mucho frío. Estoy tan cansado en mi abandono. Ve a buscar, oh ivento, a mi Madre. Llévame por la Noche a la casa que no he conocido…vuelve a besarme, Madre.
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