Ser feliz consiste en vivir en la inconsciencia, no darse cuenta de que uno está viviendo.
Adán cuando estaba en el Paraíso, antes del asuntillo ese de la manzana, era inmortal. Se paseaba lanceando el nabo como si fuese un surtidor de Diesel E- Plus, tan feliz y tan campante, en pelotas. Iba tarareando cualquier cosa, silbando, comiendo plátanos bajo la complacida mirada de Dios. En su vida no había nada especial que señalar. En esa etapa de inocencia, de gracia, o de inconsciencia , este hombre no podría contar nada. Era una vida monótona, sin tentaciones . Era como una especie de atolondrado que para entretenerse se rascaba el culo ante un paisaje de agencia de viajes . Su memoria se confundía con la exuberancia que le rodeaba .
Tenía cien años y no había perdido los dientes de leche, y en aquel tiempo todos los virus eran benignos.
No sé tú, pero yo sólo fui feliz en esa etapa de mi vida donde no había nada en mi cerebro. Cuando no había historia. Cuando me subía a la espalda de mi padre que hacía flexiones en el suelo y uno subía y bajaba escuchando los jadeos de aquel hombre. Cuando cantábamos en el coche canciones y canciones. Cuando no había sexo, ni religión, y Dios me miraba complacido. Cuando jugaba con mi hermano en la cama a tirarnos pedos y reírnos como descosidos . Cuando pedía a mi madre que no cerrase la puerta de la habitación y dejase la luz del pasillo encendida.
O cuando lloraba de pena escuchando a José Guardiola y su hija cantando "Di papá". O la moquera que me dio al morir la madre de Bambi. Cuando bajamos felices a la calle a ver el seiscientos recién comprado por mi padre, y la vuelta que nos dimos para estrenarlo. O el recuerdo del perfume del cine Torrero. Cuando puse cara de asombro y asco al explicarme el padre Lucia la reproducción y salí convencido que se trataba de orinar dentro del cuerpo de una niña. Las primeras tetas que vi, y el por qué me gustaban tanto. El sonido del temporal de lluvia en una clase de primaria, y el vaho condensado en los cristales. Ese olor también. La felicidad suele mezclarse con la nostalgia, pero no es la nostalgia, sino el lado oculto de la conciencia, esa puta zorra de ojos verdes e insomnes.
La dicha es un estado de desustanciado , un lapso de vida sin pasiones, gobernado por la simpleza.
Después todo se complicó y ahora sólo queda regresar a casa.
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