Hay un antiguo mito chino que habla sobre el Hilo Rojo del Destino.
Los dioses ataron un hilo rojo alrededor de nuestros tobillos. Unieron a todas las personas cuyas vidas estamos destinados a tocar. Este hilo puede estirarse o enredarse. Pero jamás se romperá.
Esta misma idea se ha dicho de muchas maneras, pero siempre con el mismo argumento: estamos comunicados. El bien es difusivo. Y el mal también. No sabemos de qué modo actúa esta gracia entre nosotros. Hoy, ahora, alguien llora y a miles de kilómetros podemos estar a su lado y sanar ese dolor. Y viceversa.
Es un misterio maravilloso que desde hace miles de años intuimos todas las personas, en cientos de culturas y religiones. Vivimos junto a 7.080.360.000 personas. Algunos creemos que Dios se hizo hombre y vino aquí. Ese Dios vino a redimirnos. Tenía una querencia especial por los desdentados, los infelices, los enfermos, los desahuciados. Conviene mucho acercarnos a esa gente.
Viviremos los años que nos toquen. Da lo mismo el tiempo que andemos aquí abajo. La mayor parte de nosotros dice diariamente 2.250 palabras. Entre todos enviamos 300 billones de correos electrónicos , y aproximadamente 19 billones de mensajes de texto. Muchos no saben leer ni escribir. La vida es durísima para mucha gente. Y, sin embargo, hay un común denominador que nos une a todos.
Este común denominador se esconde a simple vista. Pero si buscas , las piezas encajan. El común denominador, esa gracia que nos une, se llama amor. Suena cursi, pero es así.
Hoy enviaremos más de 300 billones de correos electrónicos...19 billones de mensajes de texto... y aun así nos sentimos solos. Esas palabras se usarán para herir o para curar.
Los seres humanos no somos la especie más fuerte en el planeta. No es la inteligencia lo que nos distingue. La ventaja que tenemos es nuestra habilidad para cooperar. Nos queremos. Nos ayudamos los unos a los otros. Eso nos lo enseñó uno cuando habló a gritos de las Bienaventuranzas: los pobres, los mansos, los que lloran, los tristes, los tontos. Allí está la clave de todo. Olvidarse de eso es perderlo todo, ir al desvarío. Nos reconocemos a nosotros mismos en cada uno, y estamos programados para la compasión, el heroísmo, el amor. Y esas cosas nos hacen más fuertes, más rápidos… y más inteligentes. Es por eso que hemos sobrevivido.
No creo que nadie me entienda, y no es el propósito de esta entrada.
Están abandonados por sus familias, aparentemente solos. Muchos de ellos han sobrevivido a un genocidio. Y, sin embargo, cuando estoy con ellos, estoy con los grandes del mundo.
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