El Ave Fenix era un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de pico y garras fuertes. Se trataba de un ave fabulosa que se consumía por acción del fuego cada 500 años, para luego resurgir de sus cenizas.
Una cosa parece clara: los cambios de época se producen siempre entre grandes convulsiones de muerte, ya que el ave Fénix necesita mucha ceniza para reemprender el siguiente vuelo.
En 1493 Contantinopla fue arrasada por un incendio . Sus habitantes ignoraban que de entrev sus alaridos y sus cenizas surgía la Edad Moderna . En ese miso tiempo Gutenberg en Maguncia imprimía un Salterio por primera vez. Y en aquel año la Peste bubónica con su guadaña diezmaba la población en Europa. Y mientras olía a carne chamuscada de los herejes en España, unos marineros planeaban cruzar la mar océana y alcanzar las Indias.
En aquellos momentos ni unos ni otros eran conscientes de los cambios que se avecinaban, ni de la cultura que despedían para siempre. Estos hechos no manifestaron su poder hasta mucho tiempo después.
Después finalizaría la Edad Moderna con nuevos fuegos que consumirían un mundo viejo, y renacería de esas cenizas una nueva Edad . La Revolución Francesa , la guillotina, y nuevos alaridos de cabezas cortadas de nobles que nunca más esnifarán rape. Tampoco nadie se coscó de lo que estaba pasando.
Hoy todo el mundo habla de la crisis económica. Es más que eso. Ya se escuchan los gritos de una nueva e inmensa hoguera que está reduciendo a pavesas el viejo orden. Es la crisis, sí, pero también las nuevas tecnologías que renacen de esas cenizas .
No caemos en la cuenta. Cayó el Muro de Berlín, China despierta , USA se va tambaleando, Y un Papa que incendia verdades que parecían inamovibles. La homosexualidad no es una enfermedad. La genética cruza fronteras que dan miedo. Y se producen nuevas formas de mirar .
Dentro de unos años, muchos, los historiadores dirán: en el 2016 la gente creía que su angustia se debía a la crisis económica. En realidad se debía a que el Ave Fenix ardía, y sus alaridos no nos dejaban escuchar los balbuceos de una nueva criatura que nacía.
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