En invierno el paraíso está en la siesta . Acunado por el frío helador de la tarde glaciar y el sopor bocaneo mientras respiro abandonado a la nada.
La nada es el paraíso de este febrero que ahora silba por la ventana. Desciendo por ciertos peldaños. Cada cual elige su momento. El mío es ese tiempo de la soñera con los párpados ya pesados después de comer mientras la el silencio acuna ligeramente las rendijas de la persiana en la penumbra de la habitación.
De niño me recomendaban no acostarme sin rezar antes las tres Avemarías. Yo creo que la oración es para la siesta. Se reza mejor a esas horas . Imagino los tejados helados a la sombra, el perro de Carpanta jadeando, y yo abandonado.
Cada cual tiene su forma de bajar al inconsciente, que es el paraíso. Ese viaje siempre se inicia a través de la memoria. A mi me gusta meterme en el interior del faldón de la mesa camilla de la casa de Francisco Vitoria . Era algo así como mi tienda de campaña india. Otras me imagino en la carena del Posets , sintiendo la brisa en un rostro sudado y ardiente. O me dibujo la cara de gente que amé. O rezo algo.
En esos lugares , que son muchos , hay aromas solidificados: alcanfor, sábanas limpias, fresas, goma de borrar Nata , humedad de manzanas demasiado maduras.
También rememoro canciones: la Paloma, el gato triste y azul, échame a mi la culpa, contigo en la distancia,el campanero...
Son peldaños de bajada que me llevan a aquel lugar de la infancia en que uno sólo era sólo un buen chaval. Un crío sin ideología. Casi antes del pecado original, cuando aún tenías tu caja con los gusanos de seda y esperabas que la crisálida reventara.
En la penumbra de la habitación a la hora de la siesta se siente el frío y uno ve al fondo , con los ojos entreabiertos , las rendijas de la persiana con la ventana a medio cerrar. Te recomiendo que inicies ese viaje . Para llegar a él hay que bajar primero a la nariz , donde está aún el olor de la tortilla de patatas de tu madre , del primer beso , o a las canciones de aquella radio Lavis.
En este viaje alcanzarás una estación que es la pulpa de tus manos que contiene todas las caricias y el amor que recibiste, y que diste.
Feliz siesta: que tu viaje te sea propicio, amig@.
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