La gente que está en el corazón de Dios son esa humilde, de una pobreza callada y ejemplar, que no se hace notar, que tiene la boca desdentada, las manos arrugadas, los ojos aún esperanzados, aunque han cruzado su particular infierno.
Y hacen las cosas más vulgares como una oración que conmueve el corazón de Dios. Al menos así nos lo explicó Él.
Su obrar se desprende del alma con el abandono y la espontaneidad del fruto maduro.
Y al revés, los que van por la vida con la barbilla porcima de su frente, y de puntillas , tarde o temprano caen en la decadencia y se derrumban.
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