Maldecimos con frecuencia lo que previamente hemos adorado. Yo caí en esa idolatría un tiempo, y he sentido la necesidad de aplastarla con mis blasfemias. Pero ni eran dioses, ni son blasfemias.
Nadie tiene derecho a ser fiel al despertar de un sueño.
Dicho de otra manera: no quiero ser iconoclasta porque sé que una imagen no es más que eso, una imagen.
El problema fue que esperé demasiado de esa imagen.
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