Hay una moral de los impuros. Son esos que el mal les da envidia.
Y hay una moral de los puros. Son esos que el mal les inspira piedad.
Los primeros se abstienen de de hacer el mal por cobardía, por impotencia, por respetos humanos y sociales, el qué dirán.
Estos terminan siendo los fariseos que buscan piedras para justificar su escándalo ante el pecador.
Los otros no están para coger piedras y, en ocasiones, pasan por allí y te echan una mano cuando las cosas se ponen cuesta arriba, seas quien seas, hayas hecho lo que hayas hecho.
Esa es la diferencia entre sublimación y represión. La sublimación canaliza los afectos hacia un fin mayor en el marco de una lucha espiritual; la represión trata de contenerlos a toda costa por motivos ajenos a la voluntad del reprimido,con la consiguiente frustración. Emma Morley.
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