Cuando busco la verdad sólo encontraré una verdad a medias, inabarcable. Fragmentos, haces de espigas que pueden ser contadas, y nombradas, pero el vínculo que las une es tan misterioso e invisible como el amor.
Y cuando busco la verdad tampoco quiero entenderla del todo, ni siquiera sé si es bueno decir a los demás todo lo que uno sabe, ni repetírmelo a mi mismo.
Son raras las personas cuya alma es capaz de vivir sin peligro todo lo que su corazón puede abarcar y comprender.
A veces me contengo para no decir lo que sé, o apuntar lo que adivino, por no escandalizar. Por ejemplo: ¿qué parte de mentiras e ilusión hay en el amor?, ¿hasta que punto se confunden el rostro y la mascara?.
Hay gente que sólo puede ver la luz a través de las gafas negras de sus prejuicios, y si les arrancas esos cristales de sopetón, la luz deslumbrante del día, en lugar de iluminarlos, los cegará. Cerrarán los ojos.
O sea, que no arreglas nada.
Cuando piensas que destruyes un prejuicio, no sabes si estás rompiendo los barrotes de la jaula que retiene al pájaro prisionero, o estás destrozando el cascarón que protege el leve esbozo de sus alas.
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