He comprendido una amarga verdad: que nuestras relaciones con las personas no comportan casi nada personal.
La mayoría de las veces cuando alguien nos ama lo que busca en nosotros es la satisfacción de su propia necesidad de cariño o de expansión. Y cuando alguien nos detesta, lo que odia en nosotros es su propia irritación, su amargura interior que nuestra presencia reaviva.
Nada personal.
Cualquier otro en nuestro lugar y en las mismas condiciones sería objeto de idéntica simpatía o rechazo. Es tontería pensar que se nos ama o se nos odia por nosotros mismos, atribuyendo a una elección personal sentimientos de benevolencia o de antipatía que proceden de causas esencialmente anónimas.
Una mujer se fija en ti , y presumes orgulloso de ser "el elegido de su corazón". Pero no es cierto, no es a ti a quien ama. Todo es puro azar. Y cuando te deje puede que te sientas deliberadamente traicionado; pero no es a ti a quien rechaza entonces, sino a la ceniza inútil de su desamor.
Desengáñate, nuestras acciones parecen proceder de una elección libre, pero la mayoría de las veces provienen de necesidades terriblemente anónimas.
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