sábado, 29 de abril de 2017

HER PUNTILLA Y SU CRIADO

Bertold Brecht escribió “Herr Puntila y su criado”.

El señor Puntila es un desgraciado cuando    no  bebe y eso ocurre rara vez. El resto del tiempo siempre está  ebrio  y, como explica su criado, «se vuelve bueno y ve ratoncitos blancos».

Puntila es una metáfora de esas personas que cogen curdas religiosas, políticas, o vaya usted a saber de qué,  que les llevan a esas fases de constante exaltación anímica y subidón personal en torno a un proyecto o empeño que lo ocupa todo. Van chutados de emoción: son cogorzas y tajadas de campeonato, pedales obsesivos planetarios. A mi  este  tipo de  gente  me  da  mucho  miedo.

Son como  Obelix esperando en la cola que alguien le dé la pócima que no necesita.

Puntila y estos chutaos son prototipos…seguramente mientras lees la entrada te vendrán a la memoria otros.

Las primeras palabras de Puntila en la función van dirigidas a un camarero, el primero que tiene a mano: «Ante este aguardiente voy a hablarte un poco de mí. Estoy muy solo y voy a decirte todo lo que pienso de...». En realidad, como a todos, lo que él quiere, por encima de todo, es que le quieran. Pero el señor Puntila tiene un secreto inconfesable que sólo comparte con su criado: «Matti, soy un hombre enfermo . Una vez cada tres meses me despierto y, de repente, estoy completamente sobrio».

Al principio el rústico Matti  se alarma e indaga sobre los detalles: «¿Tiene regularmente esos ataques de sobriedad?». El señor Puntila asiente: «Regularmente. El resto del tiempo soy completamente normal, como me ves ahora, mamao  perdido. Estoy en plena posesión de mis facultades mentales y soy dueño de mis sentidos. Entonces me da el ataque. Empieza con algo raro en la vista. En vez de dos tenedores, sólo veo uno».

Los Puntilas son normales cuando están con la melopea, amerluzados y enmoñados hasta las trancas…Se reconoce bien cuando está  en versión   chutada   profética. Puntila sigue… «durante esos ataques de sobriedad total e insensata soy plenamente responsable de mis actos». Y ése es el problema, porque «una persona responsable es una persona de la que se puede esperar cualquier cosa», en la medida en que deja aflorar su identidad más completa y articulada, sin el amortiguador del alcohol….

Cuando el señor Puntila arremete sin tapujos contra las personas a las que detesta e intenta expulsarlas de su hacienda, es cuando está sobrio. Por eso se jacta, botella en ristre, de «luchar como un hombre contra esos ataques de insensata sobriedad».

¿Quién no ha pasado por esa experiencia de estar embebido en algún proyecto que le ilusiona y entonces se convierte en uno de los personajes más atractivos de la barra del bar , pues tiene imaginación, talento a raudales y el entusiasmo que derrocha se transmite por doquier… tambaleándose sobre la calle, dando tumbos para tratar de ir en línea recta y agarrándose  a unos y a otros como si fueran farolas .

Pero un día su euforia sucumbe ante la realidad y ese jarro de agua fría le convierte en un hombre diferente, en un personaje implacable, calculador y peligroso . Al ser arrojado lejos de la inestable cubierta de sus fantasías la ansiedad le transforma en un killer antipático y egoísta.

El personaje más singular es el criado Matti. No es ni bobo, ni un granuja, sino un tipo que reconoce la superioridad del señor Puntila, admira su «verdadero fuego interior cuando está borracho» y ha renunciado a reformarlo desde que su amo le ha hecho una advertencia muy precisa: «Aprecio tu sinceridad y sé que siempre defiendes mis intereses, pero Puntila puede actuar contra sus propios intereses, eso tienes que aprenderlo»

Supongo habréis conocido algún señor Puntila en vuestra vida. No son difíciles de identificar. Ándate con ojo, o terminarás siendo un esclavo, un criado, creyéndole bueno y que, encima, ve “ratoncitos blancos”, o cosas peores.



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