Napoleón usó como establo para sus caballos el refectorio de Santa María delle Gracie , en Milán. Allí está el fresco de la Santa Cena de Leonardo.
El prior mandó abrir una puerta en mitad de la pintura para comunicar ese espacio directamente con la cocina. La puerta se abría entre las rodillas del Salvador, que olía los garbanzos que se le cruzaban.
Entonces el arte no tena ni valor ni precio.
El prior mandó abrir una puerta en mitad de la pintura para comunicar ese espacio directamente con la cocina. La puerta se abría entre las rodillas del Salvador, que olía los garbanzos que se le cruzaban.
Entonces el arte no tena ni valor ni precio.
A principios del siglo XX, el guarda de la Alhambra de Granada aún criaba cerdos en el patio de los Leones.
En algún patio de la mezquita de Córdoba estaban arrumbadas unas vigas del artesonado del siglo X, que eran consideradas unas simples maderas viejas.
- ¿Qué hacemos con estas mierdas, jefe?.
- Tiradlas allí.
Para muchos el arte no ha tenido valor mientras no ha tenido precio. Los retablos, tallas, pilas y sagrarios echados a perder estaban a merced de gente muy despierta que lo tenían todo a favor para hacerse con ellos, gracias a la ignorancia del clero y al desinterés del Estado.
Si hoy nos irrita que unas vigas de la mezquita de Córdoba hayan sido expoliadas, sólo se debe a que la sala Christie's de Londres las ha valorado en cerca de medio millón de euros cada una.
Pura especulación de nuevos ricos.
Un sagrario del siglo XVII puede servir para guardar el whisky en el mueble bar de un ricachón.
Recuerdo en la novela "El poder y la gloria" cuando un militar borracho pilla al sacerdote una botella de vino que había intentado pasar de contrabando para celebrar misa. Se bebe hasta la última gota. Llora el sacerdote, que va de incógnito .
- ¿Por qué lloras?- pregunta el militar.
- Te acabas de beber toda la Esperanza del mundo.
Algunos vivimos más allá de la frontera de las apariencias, donde se agradece que alguien nos quiera por lo que somos, valgamos lo que valgamos, tengamos el precio que tengamos. Sin etiquetas que marcan nuestro prestigio.
- ¿Por qué lloras?- pregunta el militar.
- Te acabas de beber toda la Esperanza del mundo.
Algunos vivimos más allá de la frontera de las apariencias, donde se agradece que alguien nos quiera por lo que somos, valgamos lo que valgamos, tengamos el precio que tengamos. Sin etiquetas que marcan nuestro prestigio.
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