Tengo unos cuantos amig@s rar@s.
Lo malo es cuando uno de nuestros amigos no acaba de caer bien a nuestra gente. En fin, siempre hay un patito feo, el díscolo, el excesivo, el que confunde lealtad y agresividad, el que se adelanta nuestros deseos y acaba haciéndonos tropezar con nuestra propia alfombra.
El amigo raro concita miradas de sorpresa, de cierto cachondeo, y preguntas perplejas : ¿cómo es posible que tú?...¿pero qué le ves?...¡sois como un huevo y una castaña!...
Y , sin embargo, allí estamos, alargando el brazo entre la niebla al amigo friki, dispuestos a levantarnos de la mesa si alguien habla mal de él, decidido a traicionar nuestro sentido común para darle aire a sus insensateces , conjurados a no pedirnos nada a cambio porque hasta llegamos a degustar el riesgo cuando no nos va en él más que la aventura y la desventura.
Loa amigos raros hay que conservarlos como se conservan los oficios antiguos.
Es verdad que a veces se confunden y pretenden mandar más de lo que su carnet de amistad les permite. Pero, en fin, son al mismo tiempo público y autor , locomotora y raíles, y llegan antes que nosotros si la vida les es indulgente para ordenarnos el mundo a nuestro antojo.
Y , entonces, lo extraño es normal , las palabras son sonido, y el sonido de esa amistad se entiende en el silencio.
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