miércoles, 29 de marzo de 2017

¡DADME A OLER MIERDA! (Y FIN)

El exceso no siempre significa impureza: puede proceder de un impulso extremado superior al común de los mortales, o de una sed de infinito desorientada, pero no impura –así les sucede a tantas biografías apasionadas por una vocación interior-, o por  la desesperación…

Y también sucede que la impureza no acarrea necesariamente excesos: hay hombres que tienen por Dios a su vientre y que son relativamente sobrios; otros
son lujuriosos hasta los tuétanos y, sin embargo, se conforman con una sola mujer; hay ambiciosos que son moderados en su audacia, y tantos otros pecadores de la pradera “prudentes” que por acojone a las complicaciones de la vida, a los sufrimientos, o por mimetismo  social, mantienen su bajeza dentro
de los límites permitidos por la ley.

Algunos de ellos se parapetan, por ejemplo, en los tan traídos y llevados “métodos naturales” para “follar”, así, con todas las letras, “follar”, sin respetar dignidades, sensibilidades y ternuras . Eso sí: están dentro de los límites prescritos por la ley… se confesarán de no haber guardado la vista con la secretaria, y pasarán por alto que aquella noche su mujer le pidió un poco de por favor.

Este pecado, que es el del fariseo, es siempre más difícil de curar que cualquier tipo de pecado de exceso, porque el que se pasa ve los diques que derriba, mientras que el fariseo se cree “virtuoso” por respetar esos diques: el agua más corrompida le parece limpia con tal de que corra por el cauce de los convencionalismos sociales.

Un fariseo es un señor que debería de saber que cada vez que su dedo índice acusa a otro, su dedo meñique, su dedo anular y su dedo corazón le están acusando a él.

En los Evangelios a  estos  tíos  se  les  da  muchos   zascas. Eran gente que rezaba, que dirigía almas, que tenían unas formas exteriores de santidad, de orden, de ley…usaban el nombre de Dios, sus palabras y sus consejos con unos maquillajes de piedad maravillosos,
con gestos graves y maneras muy litúrgicas. 

Y se lo cargaron. Lo mismo que se hubiesen cargado a pecadora  de  la  pradera  a pedradas, o se fueron a por el ciego que recobró la vista a joderle la alegría del mejor día de su vida (“tú , que has nacido empecatado, ¿nos vas a dar lecciones a nosotros?”), se cachondearon de las parábolas de la misericordia, o se ciscaron de las amistades de Jesús. Eran la leche.


1 comentario:

  1. Como decía Russell: "el mundos sufre por culpa de la intolerancia y la ñoñería, y por la creencia equivocada de que toda acción enérgica es encomiable, aunque esté mal dirigida"

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