lunes, 20 de marzo de 2017

SILENCIO

En la travesía de nuestra vida siempre encontramos trampas, escollos, o accidentes más o menos ocultos a nuestra vista que van a intentar que no lleguemos a buen puerto. Estas trampas recuerdan a algunas de aquéllas a las que tuvo que enfrentarse Ulises en la Odisea. Los cantos de las sirenas eran tan bellos que los marineros, incapaces de resistirse a tales encantos, dirigían sus navíos contra las rocas, se estrellaban en ellas y perecían. Ulises, sabedor del peligro que les acechaba, ordenó a sus hombres que se pusieran unos tapones en los oídos para no quedar seducidos por esas sirenas que sólo buscaban su perdición.

Pero el tío no se perdió la serenata...jugó fuerte y le salió bien. Imagino que no debió pasarlo bien atado a ese poste.

Las trampas son nuestros filtros mentales y su gran poder estriba en que tienen la capacidad de alterar la percepción de lo que vemos, y pueden por ello conducirnos a nuestra propia destrucción sin que ni tan siquiera nos percatemos.

La forma más efectiva de alterar la percepción de lo que vemos es crear ciertas emociones. A eso se dedica toda una industria , a hacernos ver lo que no existe, apetecer lo que no necesitamos, disfrazarnos de lo que no somos. Ellos saben que cuando uno cambia la forma de ver las cosas, las mismas cosas cambian.

Pero es mentira.

Esto significa que hay gente, quizás tus jefes, tu banquero, el Corte Inglés, algún compañero de trabajo, quizás tu novia, algún amigo, incluso tus padres , que pueden presionar una parte de ti y conseguir que caigas en la trampa. Te conocen y saben donde está tu vanidad, o ese afán de no contristar a los demás, o ese miedo a quedar mal...y lo usen en beneficio propio. Harán contigo lo que quieran.

Pero también significa que puedes cambiar. En lugar de vivir del exterior, vive de tu interior. No eres una estructura rígida, ya formada. El que te cambió por fuera no puede nada contigo si empiezas desde dentro.

¿Cómo se hace?. Comienza como los marineros de Ulises. Tápate los oídos. Busca el silencio unos minutos al día. No se trata de eso de “el reino de Dios está dentro de vosotros”, o sí. El consejo sirve lo mismo para creyentes y gentiles.

Acostúmbrate al silencio. Si lo consigues, poco a poco te irás transformando y llegarás a entender eso de “no te preocupes por el que comeré, o qué vestiré...cada día tiene su afán”.


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